Errores ortográficos en el periodismo
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En el periodismo, todo lo que se publica queda escrito. Esto tiene sus ventajas, pero también algunos inconvenientes como, por ejemplo, que cualquier error que se cometa va a quedar registrado y será visible para todos los lectores.
Cuando un periódico pasa a imprenta, ha sido revisado, en teoría, al completo y con minuciosidad varias veces por distintas personas para evitar y corregir fallos de cualquier tipo, “gazapos” y faltas de ortografía que se hayan podido producir en la redacción de titulares, noticias, artículos o de todo aquello que vaya a aparecer publicado en el periódico correspondiente. Pero el problema ortográfico no afecta únicamente a los medios de comunicación escritos ya que, con frecuencia, aparecen rótulos, que acompañan a las imágenes de los informativos o de cualquier otro programa de televisión, con graves faltas de ortografía.
Aunque esos errores, a veces, son de bulto y muy graves, en la televisión pueden llegar a tener la disculpa de la rapidez con que han de escribirse las líneas que aparecen al pie de las imágenes y de que no hay tiempo prácticamente para su revisión. En cambio, en la prensa escrita, por más que se intente buscar una justificación, nada puede excusar las enormes faltas que “ilustran”, a menudo, un titular o el contenido de una noticia. Por supuesto, en el titular el error es mucho más sangrante y llamativo y salta inmediatamente a la vista.
En ocasiones no es la mala ortografía la que arruina un titular o un texto y la que llega a provocar la vergüenza ajena, sino oraciones o expresiones mal redactadas y que pueden dar pie, por ejemplo, a titulares con doble sentido, resultando algunos de ellos realmente esperpénticos.
A todo periodista se le presupone un excelente dominio de la ortografía, del léxico y de la gramática de nuestra lengua, pero basta con ojear cualquier periódico o estar atento durante los programas de televisión para comprobar que esto no es así: los fallos lingüísticos aparecen en cualquier momento, incluso en los periódicos más prestigiosos, afamados y longevos del país. Tampoco salen bien parados quienes se encargan de revisar el contenido del periódico antes de que llegue a la imprenta como paso previo a su publicación, pues se muestran incapaces de detectar esos errores.
Las barbaridades lingüísticas son todavía más numerosas y flagrantes en la prensa digital o en las ediciones digitales de los diarios tradicionales. Allí reina el caos lingüístico más absoluto, como si los periodistas, en lugar de ser profesionales, fueran estudiantes de la ESO (y de los malos). Además, nadie del propio medio digital parece controlar lo que se escribe, lingüísticamente hablando.
Los periodistas y los medios de comunicación en general deberían dar ejemplo de un uso perfecto de la expresión escrita, de la ortografía y del léxico de nuestra lengua. No hay que olvidar que para acceder a la carrera de Periodismo la nota exigida es relativamente alta y que durante la carrera se trabaja con insistencia todo lo que tiene que ver con la expresión escrita. Además, todo lo que escriben va a tener un elevado número de lectores. Si en España el nivel ortográfico está ya de por sí bastante mal, habría que pedirles a los periodistas que no contribuyeran con sus errores a extender esa plaga.
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